Los Ponder viven en Clay, una imaginaria ciudad del Sur, adormecida en el calor del verano, que ha quedado aletargada y fuera del progreso, en la que todos se conocen demasiado y en la que poco hay que hacer, aparte de meter la nariz en la vida de los demás. La narradora es Edna Earle, dueña del único hotel de la ciudad y sobrina del protagonista, el generoso, inmaduro, anacrónico, desmesurado tío Daniel Ponder. Su prodigalidad -tío Daniel regala lo que tiene y lo que no tiene-, su locuacidad irrefrenable, su incapacidad para la vida práctica, sus enamoramientos torrenciales, hacen de Daniel Ponder una figura antitética del productivo, morigerado y sensato yankee del Norte. La novela es un inagotable monólogo que Edna Earle endosa al único y desprevenido cliente del hotel, quien, atrapado y sin salida, tiene que escuchar la perorata interminable de la dueña. Una verborrea que, en su incontinencia, da la medida de la soledad en la que viven los Ponder.
